La primavera pasada, Elsa Hammerman notó que faltaba algo en el menú del almuerzo escolar. Su plato favorito, el pollo asado, había desaparecido. Fue uno de los muchos platos sacados del menú para ahorrar dinero en las escuelas públicas de la Ciudad de Nueva York.
Elsa escribió una carta a las autoridades del distrito para pedir que devolvieran su plato favorito. Un par de meses después volvía a estar en el menú P.S./I.S. 187.
“Me hizo mucha ilusión —dice la niña de 11 años—. Mis amigos y yo siempre deseábamos comer pollo asado. ¡Y ahí estaba!”.
Elsa no tardó en darse cuenta de que podía hacer mucho más por el menú de su escuela.